Entregan sólo tres turnos para decenas de pacientes. Las personas esperan hasta ocho horas para ser atendidas. Ante la emergencia, la doctora Wolfenson realiza controles y curaciones a más de 30 pacientes por día, en un consultorio sin baño, ni acceso al agua.
En la planta baja del Hospital General de Agudos José Penna, se ubica el consultorio del Servicio de Nutrición y Diabetes a cargo de la doctora Raquel Wolfenson que comparte el espacio físico con el sector de Endocrinología. Desde el mes de junio, el consultorio fue aislado bajo la autorización del doctor Gustavo San Martin - director del establecimiento- restringiéndole al personal el acceso al baño y la cocina de donde obtenían el agua para higiene personal y atención de los pacientes.
“Los diabéticos cuando tienen alta el azúcar deben tomar agua además de la insulina y no tengo agua ni para lavarme las manos”, denuncia la Jefa del Servicio de Diabetes, que a su tarea diaria de pasar por Cirugía, Traumatología, Clínica médica y controlar embarazadas con diabetes, le suma la atención de más de 30 pacientes aunque sus obligaciones sólo requieran controlar a tres y le signifique trabajar fuera de su horario.
“El consultorio es muy precario, no tiene lugar donde ir al baño o higienizarse”, sostiene Susana Jorge, que se atiende con la doctora Wolfenson hace cinco años. “He visto a la doctora curar piernas amputadas e infectadas y al terminar no tener donde lavarse”, afirma Dora Volpe, otra de sus pacientes.
Sumado a estas dificultades edilicias, el Servicio de Nutrición y Diabetes no cuenta con el personal suficiente para brindar la atención que requieren las decenas de pacientes que desde la madrugada aguardan por una consulta médica especializada.
Al no contar con personal administrativo, ni enfermeros , que colaboren en las diferentes etapas de la atención, la doctora Wolfenson se ocupa desde pesar, medir, hacer el testeo de glucosa y tomar la presión, hasta de realizar curaciones y revisar los pies de todos los pacientes para chequear su sensibilidad, lo que le requiere varios minutos con cada uno.
Un equipo interdisciplinario de siete integrantes conformado por médicos, enfermeros, un podólogo y un responsable en tareas administrativas, agilizaría la tarea pero aún no cuentan con ellos.
Los insumos tampoco son suficientes. Hay escases de gasas, cremas cicatrizantes, cinta adhesiva, algodón y hasta las muestras de insulinas, destinadas a los pacientes de bajos recursos que de otro modo no pueden acceder al tratamiento, no las permiten conservar en el consultorio por peligro de incendio.
La diabetes es una enfermedad crónica, incurable pero tratable, que requiere de muchos insumos para ser tratada correctamente. “Si hoy se le da al paciente cosas de menor calidad, el paciente paga las consecuencias mañana. Con los años, contar con valores de glucosa por encima de 200 sostenido, puede causar ceguera, perdida de los riñones y hasta una amputación”, asegura la doctora Wolfenson ante la alarmante situación de su servicio.
El 14 de noviembre del 2014, en el marco del día Mundial de la Diabetes, la médica solicitó una reunión con el director para tratar la problemática de su sector de servicio pero aún no obtuvo respuestas. Sin embargo, cada día no cierra el consultorio sin haber atendido a todos los pacientes, tengan o no turno y pese a la restricción, distribuye las muestras de insulina, porque sabe que muchas son las vidas que están en riesgo, por eso desde su lugar aunque no tenga casi nada, a sus pacientes les brinda todo.